Las garrapatas y sus enfermedades asociadas: Una preocupación creciente para la salud global

¡Bienvenido, Madivetero!

Hoy vamos a hablar sobre otro titán del mal, el enemigo número dos de nuestro top de parásitos externos: la garrapata.

La visita sorpresa de estos pequeños parásitos puede traer consigo un sinfín de graves problemas de salud, por lo que es importante mantenerlos a raya. ¡Ponte cómodo y prepárate para aprender todo lo necesario sobre ellas!

¿Qué son las garrapatas y por qué proliferan tanto?

La garrapata, al igual que la pulga, es un ectoparásito hematófago, lo que significa que vive en el exterior del cuerpo de su huésped y se alimenta de su sangre. Este macroscópico ácaro de ocho patas, cuerpo globoso, color blanco o marrón y dos piezas bucales afiladas con las que se adhiere a sus víctimas, se alimenta de mamíferos como conejos, roedores, ganado, mascotas y de nosotros. ¡Sí, sí, has leído bien, nosotros también estamos en su menú!

Así que, ojo, sobre todo por áreas con mucha vegetación y humedad, como bosques, praderas y zonas con arbustos y hierbas altas. ¡Son expertas en camuflarse!

Están más activas durante los meses cálidos, de primavera a otoño, pero gracias al cambio climático y las calefacciones cada vez se expanden por más áreas, son más agresivas y aparecen antes. ¡Hay que estar alerta!

¿Me enteraré si me pica? ¿Qué riesgos conlleva?

Sentir la picadura de una garrapata puede ser todo un desafío, ya que su saliva es anestésica. Sin embargo, posteriormente, esta puede causar irritación, inflamación, abscesos en la zona afectada y hasta parálisis. 

Pero ese es el menor de los problemas. Estos bichos son vectores de graves enfermedades zoonóticas que pueden transmitir tanto a nuestras mascotas como a nosotros. Entre ellas, la enfermedad de Lyme, la babesiosis, la fiebre manchada o el tifus.

Pero tranquilos, no hay que entrar en pánico. Estamos aquí para enseñarte cómo mantener a raya a estas invitadas no deseadas antes, durante y después de su molesta visita.

¿Dónde debo mirar? 

Las garrapatas suelen elegir lugares del cuerpo húmedos y con pliegues, como las orejas, el cuello, las axilas, las ingles y los huecos entre los dedos de las patas. ¡Puede engordar hasta 1 cm tras alimentarse!, dependiendo de la especie. Así que, ¡manos a la obra! y aprovecha las caricias diarias para revisar a tu mascota minuciosamente por todo el cuerpo en busca de estos intrusos. No olvides revisarte a ti también.

¿Cómo quitar una garrapata de forma segura?

Si encuentras una garrapata aferrada a tu peludo compañero o a ti mismo, no entres en pánico. Ahora toca actuar con tranquilidad y seguridad. Lo mejor será acudir a tu veterinario, él sabrá qué hacer.

Si por el contrario, te vienes arriba y quieres pasar a la acción por ti mismo: 

  • Olvídate de cualquier cuñadismo tipo “Ey, me sé un remedio casero buenísimo para eso”… Quemarla, ponerle hielo, vaselina o aceite solo empeorará las cosas. 
  • Necesitarás: unos guantes desechables, unas pinzas especiales para garrapatas o de punta roma, un bote o bolsa zip con alcohol, gasas y un antiséptico. 

Ahí van algunos consejos importantes de cara a la extracción:

  1. Elige un lugar bien iluminado y ponte los guantes desechables.
  2. Colocaos en una posición cómoda y usa las pinzas para manipular la garrapata. ¡No uses las manos desnudas ni la aplastes con los dedos! Puede transmitir enfermedades incluso después de muerta.
  3. Toma las pinzas y sin presionar, colócalas lo más cerca posible de la cabeza de la garrapata, es decir, pegadas a la piel de tu mascota. 
  4. Tira de ella de forma suave y constante, en dirección perpendicular a la piel. ¡No tires bruscamente ni retuerzas la pinza, ya que podrías dejar la cabeza dentro y causar una infección! 
  5. Una vez hayas logrado tu hazaña, asegúrate de deshacerte de la garrapata de forma adecuada. ¡No la tires al retrete ni al suelo! Colócala en un recipiente con alcohol para asegurarte de que nunca más moleste a nadie.
  6. Lava la herida con agua y jabón, y luego desinfecta con una gasa empapada en yodo. 

¡Misión concluida! ¿Y ahora?

Es crucial informar al veterinario y seguir sus indicaciones, sin importar si hemos extraído la garrapata o no. Debemos mantenernos alerta en los próximos días ante posibles señales de infección, como fiebre, fatiga, dolor de cabeza o muscular, palpitaciones o parálisis. Ante la presencia de alguno de estos síntomas, busca atención veterinaria de inmediato, ellos sabrán cómo proceder.

¿Cómo nos prevenimos de las garrapatas?

Como siempre, es mejor prevenir que curar, así que ¡no bajes la guardia! Ahí van algunos consejillos prácticos:

  • Visita a tu veterinario regularmente, sigue el calendario de vacunas y utiliza productos antiparasitarios recomendados como collares, pipetas, champús y sprays.
  • Revisa regularmente a tu peludo, especialmente después de cada paseo por el campo o áreas con vegetación alta. No olvides hacerlo contigo también.
  • Evita zonas con vegetación densa y hierba alta, ya que son los lugares favoritos de las garrapatas. Mantén jardines y patios limpios y libres de maleza.
  • Si salís al campo, usad repelentes e intentad vestir ropa clara y de manga larga, pantalones largos y calcetines altos por encima. Evita calzado abierto.

Enfermedades zoonóticas tras la picadura: un riesgo latente

Y como os adelantamos al principio del artículo, lo peor de estos bichos no es su picadura, sino que pueden ser portadores de graves enfermedades, por lo que queremos terminar con algunos breves ejemplos de los posibles peligros que conlleva un encuentro así:

Babesiosis

Causada por el parásito Babesia, sobre todo en la zona norte de España, destruye los glóbulos rojos y provoca síntomas similares a la malaria y la gripe: 

  • Anemia, fiebre, ictericia (coloración amarillenta de la piel y las mucosas), dolor corporal, pérdida de apetito, letargo, náuseas, fatiga, agrandamiento de hígado y bazo. 
  • En casos graves, dificultad para respirar, ataque cardíaco, daño e insuficiencia orgánica, e incluso, la muerte. 

Se diagnostica mediante análisis de sangre en el laboratorio donde se busca al parásito, su ADN o anticuerpos generados contra él. 

El tratamiento varía según la gravedad, desde ninguna intervención hasta antiparasitarios, antibióticos y transfusiones.

Enfermedad de Lyme

Causada por la bacteria Borrelia burgdorferi, provoca síntomas como fiebre, fatiga, artritis (cojera recurrente por inflamación) e inflamación de los ganglios linfáticos, pérdida de apetito y erupciones cutáneas (bull ‘s-eye). En casos más graves, también puede causar depresión y daños en riñones (sobre todo en perros jóvenes de caza, como los Retriever), corazón y sistema nervioso. 

Se diagnostica mediante pruebas de laboratorio, como análisis de sangre para detectar anticuerpos y se trata con antibióticos y posteriormente, vacunando. 

Fiebre manchada de las Montañas Rocosas (FMMR)

Causada por la bacteria Rickettsia rickettsii, provoca  síntomas como fiebre alta, dolor de cabeza, dolores corporales, fatiga y erupciones cutáneas (manchas rojas o púrpuras). 

El diagnóstico se realiza mediante pruebas de laboratorio y un tratamiento temprano con antibióticos, crucial para evitar complicaciones graves en el sistema vascular, renal y neurológico. 

Fiebre del Mediterráneo (también conocida como enfermedad del arañazo del gato)

Causada por la bacteria Bartonella henselae, se transmite a los humanos a través de arañazos o mordeduras de gatos infectados. Es importante lavar las heridas de arañazos o mordeduras de gatos y evitar el contacto directo con animales callejeros o  salvajes.

Los síntomas incluyen: fiebre, inflamación de los ganglios linfáticos, fatiga, pérdida de apetito, letargo y malestar general. En algunos casos, puede provocar complicaciones graves en el sistema cardiovascular y el sistema nervioso. 

El diagnóstico se realiza mediante pruebas de sangre y el tratamiento puede incluir antibióticos en casos graves. 

La ehrlichiosis

Causada por la bacteria Ehrlichia, infecta los glóbulos blancos y plaquetas de la sangre, pudiendo desarrollar problemas inmunitarios y de coagulación graves. 

Puede no dar la cara en meses, incluso años, hasta que el estrés u otras complicaciones bajan la inmunidad y aparece de forma súbita, y generalmente grave. Algunos pueden recuperarse tras una fiebre inicial, pero otros pueden sufrir síntomas muy variados:

  • Infección aguda: fiebre, depresión, sangrado nasal, edema escrotal e inflamación de los ganglios linfáticos.
  • Infección crónica: palidez de mucosas, adelgazamiento, lesiones oculares, cojera.
  • En casos graves: puede provocar complicaciones en hígado, riñones o el sistema nervioso. 
  • También pueden sufrir dolores musculares y de cabeza, fatiga y letargo, vómitos, legañas y mocos, cojera, y problemas respiratorios.

El diagnóstico se realiza mediante pruebas de sangre y el tratamiento generalmente implica antibióticos. Una vez curados, no se produce la inmunización, por lo que podrán volver a recaer.

Anaplasmosis

Causada por la bacteria Anaplasma, infecta a las plaquetas o los glóbulos blancos. 

Los síntomas pueden incluir fiebre, letargo, cojera, pérdida de apetito, sangrado anormal, inflamación de los ganglios linfáticos, dolor de cabeza, fatiga, dolores musculares y articulares, y en algunos casos pueden presentarse erupciones cutáneas y problemas respiratorios. 

El diagnóstico se realiza mediante pruebas de sangre y el tratamiento generalmente implica el uso de antibióticos. 

Como ves, hay que tomarse muy en serio a estos parásitos, ya que nos pueden meter en un gran lío. Visita regularmente a tu veterinario, sigue nuestros consejos y recuerda, prevenir es mejor que curar.

Nosotros te esperamos en nuestro siguiente artículo, para seguir aprendiendo sobre cómo identificar y mantener a raya a los diferentes parásitos y los problemas que ocasionan.

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